martes, abril 23, 2024

La Bolsa de Madrid en su inauguración (S. XIX)

Señor de Cascales
Señor de Cascales
Señor de Cascales, Poeta-Escritor e Investigador Histórico.
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Nos referimos («La Bolsa») al edificio. Al que aún sigue siendo el actual edificio de la Bolsa de Madrid.

Se inauguró en 1893. De estilo neoclásico y de la mano e ingenio del arquitecto D. Enrique María Repullés y Vargas, también autor del anterior edificio.

Lo demás, que nos lo cuente un artículo escrito casi un año antes de su puesta en marcha. Leamos, muy resumidamente, algunos fragmentos de dicha crónica del siglo XIX.

El nuevo edificio de la Bolsa de Madrid

Es blanca como el ampo de la nieve. Se ve, desde una legua, ese color de pureza que domina en las fachadas del flamante edificio, al que su arquitecto, el doctísimo Sr. Repullés ha vestido, podríamos decir, con traje de primera comunión.

Y así, armado de punta en blanco, con algo que recuerda a los templetes blancos de los grandes ramilletes, blanco en los detalles y en el conjunto, como si fuera un inmenso armiño, el edificio de la Nueva Bolsa madrileña se destaca airoso y elegante, casi al lado del Obelisco del Dos de Mayo, que perpetúa las glorias de las heroicas jornadas, en que las armas, blancas también, de los manolos y chisperos, dieron tan malos ratos a los franceses.

Repullés ha dado en el blanco, es decir, ha estado atinadísimo al escoger para la construcción ese color, el más agradable y bello de los colores, no solo por lo hermoso que así resulta el edificio, sino porque es el más indicado para un local dentro de cuyos muros se da a muchos carta blanca para que operen lo que gusten, se deja a otros en blanco, y se pasan, sobre todo a fin de mes, muchas noches en blanco.

(…)

La Bolsa de Madrid tiene fisonomía propia, fisonomía agradable y digna de estudio. La cosa es lógica, si se tiene en cuenta lo mucho que nuestra Bolsa ha estudiado a su vez y retocado dicha fisonomía; como que un local que fue café del «Espejo», sirvió en 1831 para sus primeras reuniones; y más tarde, al instalarse en la Casa de Filipinas, se pusieron también grandes espejos como adorno. Se conoce que entonces, navegando por rumbos más despejados y en aguas más apacibles, los bolsistas no se asustaban de mirarse a 1 espejo, y aún tenían al espejo por confidente los de 1831.

La Bolsa madrileña fin de siglo, no sé aún qué decorado llevará; pero desde luego se me ocurrió que no entrarán en él las lunas azogadas como elemento de base, porque hoy no sería prudente que reflejasen ciertas escenas de alarma e inquietud.

La nueva Bolsa tendrá un sistema muy perfeccionado de calefacción, por vapor de agua. Esto tampoco tiene nada de particular, porque abandonando la plaza de la Leña, había que prescindir forzosamente de las chimeneas.

La nueva Bolsa se ha construido en un lugar que será, ¡quién lo duda!, casi el centro del moderno Madrid, pero que, de momento, resulta, en cuanto el sol se pone, casi rincón peligroso por la soledad y el abandono, y el más a propósito para que si algún paseante rezagado acierta a preguntar por la Bolsa, le conteste alguien: «Esa es, y… ahora, la bolsa o la vida» Considerando el sitio en que se ha enclavado, bajo otro orden de ideas, hay que reconocer que está bien escogido, porque llámase la plaza que embellece, de la Lealtad, y si para algo se necesita lealtad, es para las operaciones de Bolsa.

(…)

En la nueva Bolsa, como en la antigua, continuarán las operaciones al contado y a plazo; las dos tienen muchos partidarios. Y un bolsista taurófilo las define así: al contado es… el recorte ceñido, siempre de efecto; a plazos es… la larga de Rafael, artística, calculada, pero sin tanto peligro. Y, créalo V., en cuestiones de Bolsa no conviene dar largas.

(…)

Para terminar

Hay en el edificio un elemento decorativo que no es simplemente adorno, sino algo más interesante: los escudos de las naciones comerciales y de las provincias españolas.

Aparecen estos escudos en todas las Bolsas de Europa, y se justifica su empleo -dice Repullés- por la propiedad que goza el comercio de enlazar los pueblos más distantes, estableciendo mutuas relaciones y sosteniendo la paz. ¡La paz comercial!

Es la más necesaria, la que más se debe sostener.

Y si un día se altera, no vacilemos en colocar una bandera blanca sobre el blanco edificio de la Bolsa de Madrid.

Tan sólo hemos querido entresacar los párrafos más literarios del señor Sepúlveda, escritor español del siglo XIX, que nos narra tan magistralmente, y con cierta sorna, la noticia de este edificio. Y hemos dejado fuera, para que no se nos alargue este recordatorio (por extensión de lectura), los detalles de las distintas estancias que conforman este Templo del Negocio, sacrificando tal minuciosidad descriptiviva por las partes escogidas, ya leídas en letra cursiva, a modo de pinceladas más «artísticas» del cronista, D. Enrique Sepúlveda, de hace casi un siglo y medio.

Señor de Cascales, Poeta-Escritor e Investigador Histórico.

Señor de Cascales | Bibliografía

Y, por supuesto, se ha respetado el texto íntegramente sin modificaciones, con sus respectivas reglas ortográficas del español en el siglo XIX.

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