Entre el realismo triunfante en la lírica de su época, y alejado de este, escribe Bécquer.
Los ecos agonizantes del romántico se desvanecían y se salvaban por una influencia más de inclinación alemana, a lo Heine, que la de origen: francés e inglés.
Un cruce de corrientes flotaba en versos desde comienzos del siglo XIX hasta su mitad, en la que partiría Bécquer abriéndose paso en el recuperado camino del romanticismo… haciéndolo suyo.
Pero antes que Bécquer fuera poeta -reconocido-, fue periodista. Jamás llegó a publicar poesía en vida: fue en su muerte, gracias al entusiasmo de sus amigos, lo más allegados: pues tenían a su glosa en alta estima y recopilando sus versos, publicaron sus poemas póstumamente.
Como escritor de prosa fue conocido en vida, y entre esta hay muchas páginas de periodismo incisivo de la época: incluso como avezado analista bursátil.
Bécquer en estado puro
Con gran narración, y sin atisbo de abandonar la ironía, un ejemplo de su avispado análisis:
«En el momento en que el agio toma por su cuenta un asunto político, ya puede decirse que hay tela cortada. Poco importa que las hojas oficiales y los documentos diplomáticos se esfuercen por hacer la luz sobre el negocio, presentándolo bajo su verdadero punto de vista; los especuladores del miedo, cuya imaginación supera en fecundidad e invectiva a la de los novelistas más famosos, forjan a cada paso una nueva fábula, y, trasformando lo posible en probable, y lo probable en cierto, cuando ven que una cuestión explotable languidece y concluye la toman por su cuenta, y, aderezándola a su capricho, cada día la hacen aparecer bajo una nueva forma; cada día, por decirlo así, nos la sirven en diversa salsa».
Algo que se relacionase con las breves reflexiones que dejamos apuntadas podríamos decir respecto a lo que sucede en la actualidad entre nosotros; pero como al revés de lo que aconseja el refrán, debemos ocuparnos más bien de la casa del vecino que de la propia, aplicaremos la observación a la política extranjera en general, y particularmente a la cuestión alemana ayer concluida, según el criterio de los periódicos y los personajes mejor informados, y hoy vuelta a sacar a la arena de la pública discusión bajo una forma inesperada, merced a los que tienen interés en que se prolongue por un tiempo indefinido.
En una de nuestras revistas anteriores nos ocupamos de las notas cambiadas entre los Gabinetes de Viena y Berlín, en virtud de las cuales Austria y Prusia, que por un momento amenazaron envolver a Europa en una guerra terrible, después de darse todo género de satisfacciones aparecían completamente de acuerdo para remitir a la Dieta la decisión de sus diferencias y el arreglo de sus encontrados intereses.
Mientras duró el estado de tirantez entre las dos grandes potencias alemanas la Bolsa seguía todas las oscilaciones, ya favorables a la paz, ya precursoras de la guerra, significándose este movimiento de un modo más o menos sensible según las relaciones financieras de cada país con los que iban a entrar en la lucha. A río revuelto, ganancia de pescadores, dice el adagio.
A bolsa vacilante, provecho de agiotistas, podemos repetir nosotros, y sólo así tendremos la explicación de la avidez con que todas las noticias referentes al asunto eran discutidas, comentadas y aun adornadas y corregidas entre los hombres de negocio. Arreglada la cuestión, cesaban las ocasiones de jugar con ventaja, y esto precisamente era lo que había sucedido.
Pero he aquí que de la noche a la mañana se presenta bajo un punto de vista al mismo tiempo más temible y más probable. Según las afirmaciones de un periódico belga que se adelanta hasta a publicar el texto, Prusia e Italia acaban de celebrar un tratado de alianza ofensiva y defensiva.
Mr. de Bismark ayudará al Gabinete de Víctor Manuel a apoderarse del Veneto, y el rey Galantuomo, en cambio, prestará a Prusia su cooperación para realizar los planes de unidad alemana en provecho exclusivo del Gabinete de Berlín. La cosa es grave.
Por fortuna para responder de la veracidad de esta trascendental negociación no se tienen más datos que un tratado secreto, que a los cuatro días de celebrarse un periódico belga comunica, en secreto también, a todos los círculos políticos de Europa. La noticia, pues, no ha surtido todo el efecto que debiera, si exceptuamos el punto en que tal vez se tenía más interés de que lo surtiese.
El dinero es medroso y de su miedo nace la credulidad. Los valores públicos han oscilado, pronunciándose por un momento en baja en casi todas las Bolsas europeas y a estas horas estará ya dado el golpe. Cumplida su misión, la pavorosa noticia se desvanecerá como el humo, la esperanza y la paz volverá a renacer y hasta otra. Esta es la historia eterna, de la cual cada día aparece una edición, y que el vulgo nunca acaba de aprender de memoria.
Reflexión final
Fabuloso retrato, que todavía nos recuerda a la realidad… perdón, a la actualidad. 🙂
Ay, las guerras… y la política. ‘A veces podríamos llegar a pensar que son un negocio’.
Lección magistral, desde su perspicacia, la de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870).
La semana que viene, si ustedes gustan, otra pincelada histórica (relacionada o no con los mercados financieros) para que no se haga realidad lo de «el que desconoce su historia está condenado a repetirla»: o, por lo menos, estemos preparados para cuando se la repitan a los demás.
Señor de Cascales, Poeta-Escritor e Investigador Histórico.
Señor de Cascales | Bibliografía
P.D.: Vulgo = Gente. Y esa frase: «y que el vulgo nunca acaba de aprender de memoria», es un mensaje muy válido para el actual informado, que parece qué no quiere aprender por mucho que le repitan la jugada.
Interesante la historia…
Hola…
Atento, que se vienen más. 🙂
Saludos.
Leí algunos ensayos de Bécquer, pero no sabía de su lado inversor. Muy bueno el post.
Gracias por tu comentario Jorge.
Saludos.