jueves, diciembre 5, 2024

El despido de Altman: La guerra filosófica en OpenAI

Alejandro Gil Rivero
Alejandro Gil Rivero
Alejandro es licenciado en comunicación social enfocado en las áreas de economía y finanzas.
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El pasado viernes, el CEO de OpenAI, Sam Altman, asistió a una reunión virtual de último minuto en la que le notificaron su despido. De inmediato comenzó un drama de gran magnitud en el mundo tecnológico, en el que se evidenciaron las fisuras en ese sector.

Existen numerosas teorías sobre la expulsión del emprendedor de su empresa. Los grandes medios, como FT, NYT, WSJ y otros, vienen reportando de forma detallada el asunto con contacto directo con fuentes internas cercanas a los hechos. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para conocer los verdaderos motivos de la junta directiva para poner a su presidente con los pies en la calle.

Lo que se puede deducir es que la magnitud de la tecnología IA generó una guerra filosófica puertas adentro de la compañía. Dos grandes bandos o partidos son los contendientes en el mundo de la IA. El primero de ellos, los doomers apuesta por un desarrollo lento de la tecnología acompañado de estrictas regulaciones gubernamentales. Estos creen que la IA representa una amenaza para la civilización humana, al mismo nivel de las armas nucleares y biológicas.

Al otro extremo, se encuentran los denominados boomers. Estos apuestan fuertemente por el rápido desarrollo de la IA, a la que no consideran una amenaza, sino como un impulsor del desarrollo humano. En ese sentido, afirman, mientras más rápido se avance, mejor.

El despido de Altman desató la tormenta

El partidismo entre boomers y doomers dentro del mundo de la inteligencia artificial existe desde hace mucho tiempo. El despido de Sam Altman no genera nada nuevo, sino que agudiza un problema existente. Muchas empresas consideran que esta tecnología podría ser apocalíptica, pero no dejan de trabajar en su desarrollo. Entre estas se cuenta Alphabet.

En todo caso, el asunto puertas adentro de OpenAI es altamente intrigante. Según los medios nombrados arriba, particularmente FT, Altman pertenece a una especie de término medio entre las dos posturas filosóficas. Sin embargo, gran parte de la directiva de la empresa milita en el campo de los doomers.

En otras palabras, temen que Altman no sea lo suficientemente estricto para evitar que la IA se convierta en una amenaza para la humanidad. En medio de todo este drama, los principales inversores en la empresa, encabezados por Microsoft, mostraron su respaldo al empresario y presionan a la directiva para que lo restituya en su puesto de director ejecutivo.

Este domingo, la respuesta de la empresa fue negativa y apuntaron a Emmett Shear como nuevo CEO. La réplica de Microsoft fue contratar a Altman y promover la creación de su propio centro de IA. Seguidamente, el lunes, una carta firmada por 500 de 700 empleados amenazó con marcharse. Según reportó Financial, los trabajadores dicen que el despido de Altman debe quedar sin efecto y debe estar acompañado de la renuncia de la directiva.

¿Es la IA una amenaza?

El drama con OpenAI está en desarrollo en estos momentos y existe gran incertidumbre sobre cuál será el desenlace. Lo cierto de todo esto es que el debate sobre los peligros de esta tecnología cobra mayor fuerza. El bando de los doomers parece tener mucha influencia, incluso en la Casa Blanca.

No se sabe hasta qué punto podría desarrollarse la IA. En palabras simples, un gran número de expertos están alarmados por lo que se está desarrollando en secreto en los laboratorios. Algunos temen que la IA podría llegar a convertirse en una forma de vida con sentimientos y motivos en un futuro no muy lejano.

Pero aterrizando en una situación más realista a nuestro entendimiento, se puede decir que al menos es una amenaza para millones de trabajadores. Por ejemplo, no pasará mucho tiempo para que la mano de obra especializada comience a ser reemplazada por bots. En ese sentido, la amenaza a la economía se traduciría en centenares de millones de personas desempleadas.

Como ya se mencionó, el despido de Altman se convirtió en una oportunidad para ampliar el debate. No obstante, poco se puede avanzar si no hay una supervisión estricta de lo que están haciendo las empresas en sus laboratorios.

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